30 junio, 2010

TIEMPOS DE MESURA...

Por: Juan Carlos Gómez Aranda


Al enterarme el lunes por la mañana del asesinato del candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas y de algunos miembros de su equipo, quedé impactado. Pensé en la tragedia que sufría el país por la arrogancia de los criminales y después vino a mi memoria el hombre sencillo y sensible que conocí una tarde de los primeros días de abril pasado, cuando tuve el gusto de tratar al Dr. Rodolfo Torre Cantú.

Durante el encuentro acaparó mi atención su capacidad de escuchar, don con el que no todos los políticos fueron dotados. Después puede constatar su emoción por la competencia electoral que se avecinaba, sus planes para servir a sus paisanos y, sobre todo, su compromiso para lograr que ese entrañable estado recuperara la tranquilidad y avanzara en la ruta del desarrollo.

Al momento de escribir estas líneas, Rodolfo Torre está recibiendo un homenaje póstumo. Ojalá que con su sacrificio que alude a toda la sociedad, y no sólo a un partido o la sociedad política, germinen nuevos frutos de entendimiento para la República.

En efecto, México requiere de nuevos pactos sociales y políticos y es posible que esta crisis sea la inflexión que faltaba para que se logren.

Algunos se preguntan: después de esto ¿qué sigue?, ¿una escalada de violencia? Pero otros decimos, lo que este momento requiere es una gran dosis de templanza de todos los actores políticos, y a los gobernantes y líderes partidistas visión de Estado.

Afortunadamente y salvo contadas excepciones de pícaros y oportunistas, los principales liderazgos están actuando con madurez. El Presidente de la República reaccionó rápido mostrando solidaridad, identificando al enemigo común, llamando a la unidad y dialogando con el PRI agraviado.

Los dirigentes del DIA, que aglutina al PRD, PT y Convergencia, en un hecho responsable pidieron un encuentro con el Presidente, lo que abona a la civilidad porque significa dialogar con quien hasta hace poco tiempo desconocían. Mientras que el PRI en voz de Beatriz Paredes, Manlio Fabio Beltrones y Eugenio Hernández, muestra que prevalece la cordura sobre el enojo y la frustración, al tiempo que guardan luto y definen la agenda futura.

Esperemos que lo que hasta hoy estamos viendo y escuchando no sea un espejismo, al pasar del encono y la estridencia a la distensión. ¿O será mucho pedir por parte de los atribulados ciudadanos?

Escuchemos el llamado a la unidad, pero no vista como un reparto de culpas, porque la obligación de brindar seguridad a los ciudadanos recae en el Gobierno y sus instituciones. Entendamos la unidad como la corresponsabilidad que todos los ciudadanos tenemos para que el engranaje social funcione mejor, como el grano de arena con que todos debemos de contribuir para mejorar el clima cívico que la mayoría reclama, simplemente para trabajar en paz.

Es previsible que el PRI levante la voz, apremiando un replanteamiento a la estrategia de combate al crimen organizado y exija una nueva relación con el Gobierno. Será oportunidad también de colocar en la mesa los temas pendientes para reformar el Estado y ponerlo a tiempo con los nuevos desafíos del país.

Por otra parte, estamos frente a un proceso electoral donde en algunos estados la competencia está reñida y los oponentes han elevado el tono, más por rivalidades personales que por posturas ideológicas o programáticas, lo que desafía la serenidad que el país requiere.

Lo anterior nos obliga a preguntarnos si a partir de la próxima semana será posible mantener diálogos paralelos: en los tribunales electorales para dirimir las inconformidades y acusaciones, en los medios de comunicación para legitimar los triunfos y deslustrar los de los adversarios y en Los Pinos, para conseguir acuerdos sobre las reformas pendientes.

Son tiempos de mesura. Los actores políticos pueden demostrar de qué están hechos porque si bien la política suele polarizar a los pueblos especialmente en épocas electorales, los políticos con vocación de estadistas cuando los hay, pueden utilizar precisamente los recursos de la política para combatir al enemigo común: hoy el crimen organizado; pero en todo tiempo la pobreza, la marginación, el desempleo, la discriminación, la disparidad entre las regiones y el rezago social.