Juan Carlos Gómez Aranda
Pasadas las conmemoraciones, vivas y desfiles y, antes de que llegue la siguiente racha de fiestas y elecciones, es momento de ver hacia adelante. Si bien repasar la historia es fundamental, lo más importante es aprender de sus lecciones para avanzar al ritmo que exige el país y en lo que los ciudadanos esperamos de los hombres del gobierno, de quienes encabezan instituciones, legisladores y dirigentes de las fuerzas políticas, que mucho pueden contribuir si logran acuerdos en los asuntos torales para arrostrar de mejor manera los tiempos por venir.
Se trata de focalizar los asuntos que resultan cruciales, acordar las estrategias para abordarlos, resolver sus insuficiencias legales o mejorar su andamiaje legislativo, así como sus presupuestos y abocarse a ellos con un calendario que no atienda a los tiempos políticos y electorales.
La nación tiene enormes desafíos y una listado de pendientes que puede abrumar al más templado. Por ello, sería importante que pudieran discutirse dos agendas: la que atienda todos los frentes todo el tiempo, y la que con visión de corto, mediano y largo plazo pudiera concentrarse en los temas que darán viabilidad futura a México.
Se trata de focalizar los asuntos que resultan cruciales, acordar las estrategias para abordarlos, resolver sus insuficiencias legales o mejorar su andamiaje legislativo, así como sus presupuestos y abocarse a ellos con un calendario que no atienda a los tiempos políticos y electorales.
De manera inmediata, resolver sobre algunas de las reformas pendientes como la laboral y la hacendaria. En el mediano plazo coincidir en los cambios que requiere el sector petrolero y con mirada de largo plazo y a fondo, fortalecer el sistema educativo y la investigación y promoción tecnológica.
Desde hace años escuchamos sobre la necesidad de realizar una reforma laboral y se vienen acumulando iniciativas en el Congreso de la Unión, donde existen más 300 propuestas presentadas en el último decenio. Tirios y troyanos están de acuerdo en que esta reforma debe de ser parte fundamental del futuro económico del país para mejorar la competitividad; sin embargo no se logran las coincidencias legislativas que tanto urgen para evitar que siga creciendo el número de trabajadores que se emplean en la informalidad y que ya rebasa los 13 millones de personas.
Otra de las reformas que pueden hacerse de manera inmediata es la hacendaria, porque se necesita y porque las condiciones políticas son favorables para lograrlo. Parece una paradoja pero no lo es, el que la incertidumbre sobre quien puede triunfar en la elección federal del 2012 logra que a todos los partidos –principalmente al PRI y al PAN que hoy aparecen con mayores posibilidades de triunfo- interese conseguir una reforma que garantice mayores recursos para los programas gubernamentales del siguiente sexenio.
Por lo que toca a una reforma energética de mayor calado, también se requiere de consensos políticos que hasta la fecha han brillado por su ausencia. A dos años de haberse aprobado la más reciente reforma, ha quedado claro que fue insuficiente y que es urgente poner manos a la obra, más allá del debate sobre el riesgo de que el país se transforme en importador de petróleo ante el descenso de sus reservas, la mínima inversión en exploración y las deficiencias legales que padece Pemex
Pero el esfuerzo mayor debe de centrarse en las reformas que se requieren para mejorar nuestro sistema educativo, de investigación científica y de promoción tecnológica, porque es aquí donde está la llave para acceder al país competitivo y de oportunidades que soñamos. Si coincidimos en que la educación es la verdadera palanca de la democratización de México, es entonces en este sector donde se hace necesario construir políticas públicas transexenales.
Se trata de uno de los temas más complejos, donde se ha demostrado que el solo gasto, por elevado que sea, no es suficiente sobre todo si la mayor parte se hace en sueldos. De ahí la importancia de dedicar más recursos a la investigación y a la generación de nuevas tecnologías.
El reto es enorme y apela a la visión de Estado que puedan tener los influenciadores en nuestro país. Se trata de que disciernan entre lo urgente y lo fundamental y construyan así el edificio de tres niveles de políticas públicas que requiere el futuro de México.
Existe un viejo refrán que menciona que los políticos se preocupan de la próxima elección y los estadistas se ocupan de la siguiente generación. Abramos paso a los estadistas que sean capaces de acordar lo trascendente y vean más allá de lo inmediato.