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Hoy inicia en Puerto Vallarta, Jalisco, la cuarta edición del Foro Mundial sobre Migración y Desarrollo auspiciado por la ONU y será una nueva oportunidad para que los gobiernos de los 140 países y 30 organismos internacionales que han confirmado su participación, debatan sobre la relación entre los fenómenos migratorios y el desarrollo.
En este tema, seguramente que nuestro país tiene mucho que decir ya que por las condiciones demográficas, sociales y económicas que imperan, somos una nación emisora de población hacia los Estados Unidos. Pero también por nuestra ubicación geográfica, nos caracterizamos por ser un territorio de paso de miles de personas provenientes de Centro y Sudamérica que buscan llegar al Norte en busca de oportunidades de trabajo o huyendo de las desgracias naturales que en los últimos años han afectado la agricultura y otras actividades económicas de sus países.
En la última década aumentó significativamente la emigración de nuestros connacionales a los Estados Unidos, así como los riesgos por las nuevas dificultades para cruzar la frontera, llegando a sumar 500 mil personas las que cada año emigran de México por razones laborales, lo que ha propiciado que actualmente los mexicanos representen el 4% del total de la población de Estados Unidos y 29% de su población inmigrante. En este fenómeno y recientemente, están participando personas originarias de entidades que antes no figuraban, como las del sur y sureste.
La mala noticia es que en estas cadenas migratorias hacia el “sueño americano”, además de muchos jóvenes productivos, participan niños que frecuentemente viajan sin familiares. Hace algunos años siendo Presidente de la Comisión de la Frontera Sur de la Cámara de Diputados, visité uno de los centros de detención de inmigrantes ilegales cerca de Tapachula y me sorprendió ver en un pequeño cuarto a un gran número de muchachos y algunos niños que al preguntarles que harían después de que los repatriaran, respondían: “volver a cruzar la línea fronteriza y viajar al Norte hasta encontrar trabajo”. Esta no sólo es una expresión conmovedora, también demuestra el carácter de esa juventud decidida a exponerse a los más terribles riesgos con el propósito de buscar oportunidades personales y para sus familias.
Nuestro país tiene 3,200 kilómetros de frontera con Estados Unidos y más de 1,200 con Guatemala y Belice en el sur, con importantes y complejos flujos migratorios donde uno de sus rasgos más dramáticos son los niños y adolecentes que emprenden este desafío solos, por las más variadas razones: para reunirse con sus familiares o huyendo de la violencia familiar, de la explotación, procurando trabajo y en la búsqueda de un mejor futuro.
Según datos oficiales, en 2009 cerca de 26 mil niños y adolescentes fueron repatriados de Estados Unidos a México y de estos, más de 15 mil fueron niños que emigraban solos. Ese mismo año, nuestro país repatrió a más de 4 mil 500 niños a su país de origen, principalmente Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Al mismo tiempo, las cifras muestran que ha aumentado el número de personas fallecidas al intentar cruzar la frontera con Estados Unidos, pues en siete años se tiene un registro cercano a las 3 mil muertes y de estás, un centenar fueron de niños.
Por estas cifras escalofriantes, es tan importante colocar el tema de la infancia en la discusión pública y especialmente de los políticos. Quisiéramos escuchar el compromiso y las propuestas de los actores sociales y políticos para con los valientes niños emigrantes.
Sin embargo, hay signos alentadores. Como las iniciativas que seguramente pondrá en la mesa a partir de hoy en el Foro Mundial de Migración la UNICEF, para encarar los desafíos para la defensa y protección de niños y adolescentes emigrantes. También de Chiapas surgen buenas noticias, pues se está trabajando para instituir una ley de protección del migrante que previsiblemente mirará a este delicado problema, así como en la creación de la figura del Ombudsman de los Migrantes, propuesta que siendo Diputado Federal hice y que desde la Secretaría de Gobernación combatieron. Por ello, es de aplaudir la iniciativa que al respecto ha tenido el Gobierno chiapaneco que seguramente también está pensando en los niños.
Humanizar la frontera sur de México es un reto posible, ya que a diferencia de la norteña, en el sur la frontera es virtual porque somos los mismos pueblos, compartimos la misma cultura e idénticos sueños de desarrollo y bienestar